
Relato de Natalia Villarroel de la Maratón de Santiago 2018:
Todo estaba bien, hasta que dos días después de la corrida “Stgo 21K”, una molestia en mi pierna se convirtió en una lesión.
A un mes de la Maratón de Santiago 2018, esto fue claramente un golpe bajo. Pensé: “¿Qué voy a hacer ahora?”.
Desde noviembre que venía entrenando. Me sentía mal, lloré, me dio rabia, era todo muy injusto y se me pasó por la cabeza rendirme, sobre todo después de escuchar a mi doctor que dijo: “Natalia… igual que la otra vez, pero ahora en otra zona… inflamación de tendón por sobrecarga”. Yo dije para mí: “Aquí cagué”, mientras él escribía: “isquiotibial derecho inflamado… kinesiología, electroestimulación, bla, bla, bla…”.
Estaba en eso, cuando, sin aguantar más, le pregunto: “¿Doctor, voy a poder correr la maratón?”, ante lo cual respondió, con muy mala cara: “A ver … queda un mes… podrías ir, pero debes ver a un kinesiólogo y, tal vez, puedas entrenar, pero no más de 5K o 3K y ojalá reposo”.
Con esa respuesta, morí por dentro. Pensaba: “¿Cómo se entrena así para una maratón?”. Todo el trabajo perdido, aunque por lo menos ahora tenía una esperanza.
Como era de suponer, todo se puso cuesta arriba, pero decidí hacerlo de todas maneras.
Me entrené de todas formas, realicé ejercicios de fuerza e hice demasiada bicicleta.
Todo esto, sumado al fortalecimiento de la kine que yo repetía en casa después. Era bastante aburrido, pero terminé tomándole cariño a esta modalidad de ejercicios, al final era la única posibilidad de tenía de “mantenerme”.
Corría tres o dos veces por semana, 3K, 2K, hasta un día corrí 6, pero quedé demasiado mal. Eso me bajoneó otra vez, sobre todo si veía mi calendario de entrenamiento y en ese día debía estar corriendo un largo de 30 K.
En cuanto al dolor, este se iba, pero volvía si corría, por lo que, de querer pasar a romper mi marca, pasé a querer llegar a la meta solamente, soñando que se podría.
Así, pasaron los días hasta que llegó el gran evento. Aquel día me levanté con algo de temor, pero menos nerviosa que el año pasado, ya estaba entregada. Si no era, no era no más , yo ya había hecho todo lo posible y me sentía orgullosa de eso.
Finalmente tuve una maravillosa sorpresa y mi cuerpo me permitió llegar a la meta después de 4 horas, 8 minutos. Me demoré 1 minuto más que el año pasado e hice pucheros toda la carrera de pura emoción. Al ver a cualquier corredor en su propia lucha se me apretaba la garganta y, aún más, al llegar y darme cuenta que yo misma lo había logrado fue algo que no se puede describir la alegría y satisfacción en palabras.
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